Teoria

En PRAVDA  rechazamos el materialismo, Pero NO queremos caer en la instrumentalización política de la religión, como hace la izquierda o la derecha el fascismo y los marxistas, y menos caer en un furibundo ateo-materialismo.

Ser antimaterilista, creemos que la opción espiritual es una elección individual de cada uno, si es cierto que occidente a estado mas ligado al paganismo y al cristianismo que a otras religiones. Y vemos las dificultades que tiene el paganismo por la falta de textos y rigor histórico pero eso es algo a determinar por cada uno. Pero esto no te posiciona a favor de una institución como la católica al menos controvertida y tampoco nos tiene que hacer un furibundo ateo anticlerical. Es cuestión individual de cada uno. Si es cierto que si vamos a la raíz delos pueblos Europeos y mas de la península ibérica y en lo concerniente a la carpetania la religión ancestral fue el paganismo celta luego mas tarde llego el cristianismo tanto el arrianismo como  cristianismo bizantino, Hispano-mozarabe, o el cristianismo hispano-bizantino cristianismo, hispano-visigodo. Luego llego el catolicismo. 

La PRAVDA junto a  la Organización Cristiana Identitaria trata de estudiar  y recoger el legado espiritual de nuestros ancestros los/as carpetan@s. Como mero hecho cultural e independiente de lo a día de hoy cada uno pueda creer o no creer. 

El cristianismo celta o cristianismo insular (también llamado Iglesia celta o en Inglaterra se llamo Iglesia británica) se refiere en líneas generales a las prácticas cristianas de la Alta Edad Media desarrolladas tanto la península Ibérica El aislamiento favoreció la aparición tras la conversión de los celtas  al cristianismo se dio prácticas religiosas diferenciadas, sobre todo en la Carpetania que casi no quedan escritos y medio desconocemos gracias a la ardua fuerza de la Iglesia Católica por hacer desaparecer esas practicas e imponer las católicas.

Algunas veces, el término "Cristianismo celta" se utiliza también para describir las prácticas cristianas vigentes en estas zonas los historiadores no emplean el término "Iglesia celta", debido a la gran variedad de cultos y ramas cristianas y lo que ello implica un sentido de ser una entidad unificada e identificable separada de la gran Cristiandad occidental.

Por ello ver como los intentos del cristianismo imperial el cristianismo católico que era ajeno a la espiritualidad netamente carpetana, y que se impuso por la fuerza de la misma manera que tratan mediante lobies imponer otras tantas formas de vida ajenas a la carpetanía.  

El cristianismo celta

La carpetania ylos carpetanos son de origen celta así que de la misma manera que en irlanda gales etc. Existiera tambien un cristianismo celta. 
Durante siglos, el cristianismo celta fue un brazo de la religión cristiana desligado prácticamente del control de Roma; aún así se extendió durante los peores años de la llamada Edad Oscura medieval casi por toda Europa, desde las islas Feroe hasta Italia y desde Francia hasta Ucrania, gracias a que monjes y monjas irlandeses recorrieron las tierras fundando monasterios e iglesias e impartiendo el mensaje del conocimiento y del amor justo en la época que más se precisaba.
Las primeras pequeñas comunidades monásticas irlandesas funcionaron intentando imitar a los eremitas egipcios, que se retiraban al desierto para no tener ningún tipo de distracción. Pero, como en Irlanda no hay desiertos, lo hicieron en el interior de los espesos bosques o en islotes, donde monjes y monjas se dedicaban a la oración y a la copia de libros, dedicando algún tiempo en atender a los fieles que se acercaban buscando una ayuda espiritual o física, ya que muchos de ellos eran sanadores.
Su estructura inicial, que tenía más similitudes con los colegios druídicos que con los monasterios europeos, permitió que los monjes y monjas irlandeses gozaran de una libertad muy superior a la que tuvieron sus coetáneos continentales. Puede decirse que cada uno se arreglaba su propio horario de estudio, trabajo y oración, uniéndose todos una vez al día para algún servicio religioso conjunto, en los que no solía faltar el recitado de los Salmos, que gozaban de un fervor especial. ¿Encontraban quizás en ellos las resonancias bárdicas o druídicas? Seguramente sí, ya que uno de los personajes bíblicos más populares era el rey David, poeta y tocador del arpa, tal como quedó reflejado en la iconografía de las "grandes cruces" o en los vitrales de Irlanda.

La decadencia comenzó con el sínodo de Withby, en la Inglaterra del año 664, donde se discutió entre la necesidad de obedecer absolutamente los dictámenes de Roma o de mantener la autonomía de los cristianos celtas, saliendo vencedores los primeros. Ese fue el final de la espiritualidad celta en Inglaterra a favor de las estructuras y rituales de la Iglesia de Roma.

A pesar de todo esto, la iglesia irlandesa se mantuvo independiente de Roma hasta el siglo XII. El fin les vino de las manos de los vikingos, por un lado, que destruyeron escuelas y monasterios, y, por otro, de los normandos franco-ingleses, curiosamente también relacionados con los vikingos. Tras conquistar Inglaterra, los normandos invadieron Irlanda siguiendo órdenes (Bula Laudabiliter) del papa Adriano IV (nacido en la Inglaterra definitivamente entregada a Roma), e impusieron el catolicismo a través de religiosos que llevaron del continente, obedientes en todo a las directrices romanas.

San Patricio fue el pionero. Su auténtico nombre era Succatus Patricius y nació en el oeste de la Britania romanizada y cristianizada, en el seno de una familia de religiosos y funcionarios. Según su propia biografía, Confessio, tras ser capturado por piratas a los 16 años, fue vendido como esclavo en Irlanda. Allí pasó seis años hambriento y casi desnudo, cuidando ganado entre el frío y la humedad. Su buena constitución le ayudó a sobrevivir durante aquellos años de aislamiento que le convirtieron en un hombre santo, un visionario que recibía la llamada de Dios. Su "voz" le indujo a huir; caminó bastantes kilómetros hasta llegar a una costa (se piensa que fue el actual Wexford), donde encontró un barco mercante cargado de perros irlandeses, muy apreciados en otros lugares como buenos cazadores. Al otro lado del mar, la libertad.

Ni en su más disparatada imaginación hubiera contemplado Succatus la posibilidad de regresar a aquella isla donde tanto sufrió, pero la voz de Dios fue insistente al respecto. Así, 27 años después, tras haber sido ordenado obispo, ponía sus pies de nuevo en Irlanda, pero esta vez como hombre libre y dispuesto a cambiar el país de arriba a abajo.

Allí usó el nombre de Patricio, aunque los irlandeses lo adaptaron a la forma gaélica de Padrig, y estableció su primera residencia en un granero de Ard Macha, en el Ulster.
Se dice que Patricio fue el primer hombre libre en hablar abiertamente contra la esclavitud adelantándose al menos un milenio a las ideas abolicionistas y, como poco, se en frentó a lo que entonces ocurría en Roma con el visto bueno del papa.

El caso es que consiguió convertir a los siempre díscolos irlandeses y, lo que tal vez tenga más mérito, a los druidas, que hasta entonces habían detentado el control de la vida espiritual. Aunque no por eso el druidismo se perdió completamente ya que, de igual modo que la cruz cristiana se unió al anillo solar creando el icono que desde entonces representa al cristianismo celta, los druidas hicieron algo parecido, uniendo las dos formas de entender el mundo, la vida, el hombre y la naturaleza.

Fuente:
Breve historia de los celtas - Manuel Velasco
Hay una diferencia crucial

Mientras cristianismo anterior al romanismo católico fueron asimilándose tras el abandono paulatino del paganismo, estos cristianismo fueron asumidos y asimilado libremente por la mayoría de los pueblos de la península ibérica. El cristianismo romano-católico de corte (despótica, impositiva e imperialista) fue algo impuesto a capa y espada, y hay mucha documentación de los estragos de la Santa Inquisición en la península Ibérica tratando de borrar concienzudamente todo vestigio de cristianismo ulterior al Romano-católico. 

Cristianismo anterior al Católico-Romano

1. Cristanismo Arriano o Arrianismo

Doctrina cristiana que tuvo su origen en las ideas de Arrio (siglo III) y que se caracterizaba por negar que Jesús tuviera la misma condición divina que Dios Padre.

2. Cristianismo Monarquianismo y Sabelianismo

Deuteronomio 6 Traducción en lenguaje actual (TLA)
6 1 Éstas son las leyes que nuestro Dios me ordenó enseñarles, para que las cumplan en la tierra que están por ocupar. 2-3 Si obedecen a Dios y lo adoran tal como les he enseñado, llegarán a ser un pueblo muy grande. Disfrutarán de esta tierra, tal como nuestro Dios se lo prometió a nuestros antepasados. ¡Es tan fértil que siempre hay abundancia de alimentos!

El mandamiento más importante
4 »¡Escucha, pueblo de Israel! Nuestro único Dios es el Dios de Israel. 5 Ama a tu Dios con todo lo que piensas, con todo lo que eres y con todo lo que vales. 6 Apréndete de memoria todas las enseñanzas que hoy te he dado, 7 y repítelas a tus hijos a todas horas y en todo lugar: cuando estés en tu casa o en el camino, y cuando te levantes o cuando te acuestes. 8 Escríbelas en tiras de cuero y átalas a tu brazo, y cuélgalas en tu frente. 9 Escríbelas en la puerta de tu casa y en los portones de tu ciudad.

La fidelidad a Dios
10 »Dios les juró a Abraham, a Isaac y a Jacob, que les daría a ustedes esta tierra, porque son descendientes de ellos. Así que ustedes vivirán en ciudades grandes y hermosas que no edificaron, 11 habitarán casas llenas de riquezas que no ganaron, beberán agua de pozos que no cavaron, y comerán uvas y aceitunas que no plantaron. 12 Pero no olviden que fue Dios quien los sacó de Egipto y los libró de la esclavitud. 13 Por lo tanto, adoren a Dios y obedézcanlo sólo a él. Si tienen que hacer algún juramento, juren sólo en el nombre de Dios.

14 »Nunca abandonen a su Dios por adorar a los dioses de los países vecinos. 15-16 Nuestro Dios es el Dios de Israel, y siempre los acompañará. Pero no traten de ponerlo a prueba, como lo hicieron en Masá. Nuestro Dios es un Dios celoso y, si ustedes adoran a otros dioses, se enojará tanto que los destruirá por completo.

17 »Obedezcan siempre los mandamientos que nuestro Dios les ha dado. 18 Si hacen lo que es bueno y justo, agradarán a Dios. Así, él hará que les vaya bien cuando vivan en la buena tierra que prometió a sus antepasados. 19 Además, hará que sus enemigos huyan ante ustedes, pues así lo ha prometido.

20 »El día de mañana, cuando sus hijos les pregunten qué significan todas estas enseñanzas que nuestro Dios nos ha dado, 21 ustedes responderán: “Hubo un tiempo en que fuimos esclavos del rey de Egipto, pero nuestro Dios usó su gran poder y nos sacó de allí. 22 Nosotros vimos los terribles castigos que Dios envió contra el rey de Egipto y su familia. 23 A nosotros, en cambio, nos sacó de ese país y nos trajo a la tierra que había prometido a nuestros antepasados. 24-25 Entonces nos ordenó respetarlo siempre y obedecer sus enseñanzas. Si somos obedientes a Dios y a sus mandamientos él nos hará prosperar y nos mantendrá con vida, como hasta ahora”».

A continuación un breve texto critico acerca de la Iglesia y su actuación

La iglesia Católica institución siempre ligada al poder desde que consiguió alzarse al poder en Roma, se plegó al franquismo para años mas tarde traicionarlo y apuñalarlo se valió de tradicionalistas para su defensa que ahora reniega, para sumarse al liberalismo mas progre y casposo. 
Fue la Iglesia Católica uno de los pilares básicos del régimen franquista, se convirtió en un instrumento más de su propaganda y llegó a justificar moralmente el golpe de estado contra el gobierno legítimo de la República. Del que años mas tarde apuñalo, traiciono y del que ahora reniegan. Ya en el año 1937, la cúpula de la Iglesia española, en una carta pastoral, había dado su apoyo incondicional al bando franquista, puesto que defendía que la guerra civil era un enfrentamiento del Bien contra el Mal, una Cruzada contra el comunismo. En este sentido, sólo hay que recordar la inscripción en las monedas de la época: “Francisco Franco, Caudillo de España por la gracia de Dios” Apolla la independencia de cataluña y fraguo en sus seminarios ala ETA.

Las tensiones entre la iglesia y el fascismo (1931-1939)

LAS TORTUOSAS RELACIONES IGLESIA-ESTADO EN TIEMPOS DE MUSSOLINI

Hay cosas que en estos tiempos de desinformación y manipulación informativa algunos católicos "Fascistas" prefieren mirar a otra parte.

O lo que es peor llamar al falangismo fascismo. No solamente el falangismo (la obra política de José Antonio, jamás llevada a la práctica) no es en absoluto fascismo (como muy bien demostró argumental, científicamente el profesor de nuestra Universidad Ildefonso Manuel Arenas Palomino en un libro ad hoc en 1978) sino que el propio José Antonio renegó una y otra vez del fenómeno fascista. Y más elocuentemente, en una época en que el fascismo triunfaba en Europa.

Aparte de que puede comprobarse que el falangismo, estudiado sin prejuicios, es absolutamente otra cosa, muy social, muy contraria al fascismo, resulta que José Antonio muchas veces quiso dejarlo claro. Varios ejemplos. Mitin en Valladolid, el 4.3.1934: "Falange no es copia del fascismo". Discurso ante el Parlamento el 3.7.1934: "En el mundo prevalece el fascismo, y esto, le aseguro al señor Prieto [Indalecio] que más nos perjudica que nos favorece, porque el fascismo tiene una serie de accidentes [...] que no queremos para nada asumir"; y calificación del fascismo como "alifafes, accidentes y galanuras". Nota en la prensa con un mensaje breve, razonado y contundente, el 19.12.1934, bajo el título "Falange Española no es un movimiento fascista". O la nota remitida a los medios el 1.4.1936 y que la censura republicana impidió que se publicara: "Falange no se ha llamado jamás fascismo ni en el más olvidado párrafo del menos importante documento oficial ni en la más humilde hoja de propaganda". Añádase a ello el rechazo y el desprecio que José Antonio dedicó a todos los congresos fascistas europeos, a priori y a posteriori.

Al contrario que la ortodoxia rusa que se plegó a las autoridades comunistas los disidentes formaron una iglesia aparte que le pondrían de apodo "La Iglesia en las Catacumbas". Las divergencias entre la Iglesia y el fascismo italiano -que ya desde sus comienzos mostraba sin disimulo su anticlericalismo propugnando en 1919 la incautación de los bienes eclesiásticos-, brotaron de forma violenta al comienzo de los años 20: En 1921 y 1922 comenzaron los episodios de ataques por parte de escuadrillas fascistas a algunas organizaciones católicas y en 1923 asesinaron a golpes a un sacerdote, don Giovanni Minzoni. Pero los ataques duraron poco en su forma más virulenta de esta primera etapa y ya en noviembre de 1922, en un discurso de Mussolini a miembros de su partido, hacía ver el error de atacar frontalmente a los católicos, por la mala imagen que daba ante la opinión pública. Una vez llegado al poder en octubre de 1923, el fascismo intentó congraciarse con la Iglesia ordenó el volver a colgar los crucifijos en las aulas de los colegios y en enero de 1923, conversaciones entre representantes del gobierno y la secretaría de Estado del Vaticano buscaron un modus vivendi pacífico que llevaría, con el paso de los años, a la firma en 1929 de los Pactos Lateranenses.

Pero las profundas diferencias, que habían sido silenciadas pero no eliminadas, volvieron a aflorar poco después de la firma por parte de Pío XI y Mussolini. Nacían los roces de las pretensiones monopolistas del régimen en materia de educación (que se oponían a las reivindicaciones de la Iglesia, confirmadas por Pio XI en la encíclica Divini illius magistri, publicada en 1929 seis meses después de la firma de los Pactos) y de la creciente injerencia del régimen en toda la vida italiana con la creación de un clima artificial de exaltación de la violencia y de la guerra y, después de 1936, de la servil imitación del nazismo y de su racismo.

Se trataba, en definitiva, no solo de defender los acuerdos de 1929, con los privilegios concedidos a la Iglesia y el apoyo, ya anacrónico, del brazo secular, no solo de la libertad de la Acción Católica, sino también de los derechos fundamentales de la persona humana y de combatir una vez más, como en el Syllabus de Pio IX, la concepción del Estado ético. La Iglesia, defendiendo su libertad, defendía de hecho al mismo tiempo los derechos naturales del hombre, la libertad del individuo y de la familia frente al Estado; esta doble perspectiva esta casi siempre presente y yuxtapuesta en los documentos pontificios. Lógicamente la divergencia tenía que ir agrandándose hasta hacerse insalvable a medida que el fascismo manifestaba con mayor claridad sus pretensiones totalitarias.

El temperamento de ambos jefes, fuerte y decidido como es sabido, tenía que agudizar necesariamente la situación. Entre los dos luchadores, Pio XI, lento en sus palabras y en sus gestos, cauto en sus intervenciones largamente meditadas y firmísimo en sus resoluciones, aparece muy superior a Mussolini, tan dispuesto a las declaraciones precipitadas e inclinado al exhibicionismo como mudable en sus intenciones y en sus líneas de acción. Las relaciones entre la Iglesia y el Estado fascista, raramente del todo cordiales y marcadas siempre por una reserva reciproca (en la base el clero se dejo envolver algunas veces en el entusiasmo nacionalista, especialmente durante la guerra de Etiopia), tuvieron dos momentos de fuerte tensión: en 1931 por las amenazas contra la Acción Católica y en 1938-39 por las primeras aplicaciones de las leyes raciales que, prescindiendo de otros aspectos, violaban uno de los puntos del concordato.

Entre abril y mayo de 1931 se desarrollo una fuerte polémica que, tras un intercambio de notas diplomáticas, referentes, sobre todo, a las pretendidas injerencias políticas de la Acción Católica y a la ayuda material ofrecida a Alcide De Gasperi, que había sido secretario del partido popular, arrestado por el fascismo en 1927 y liberado en 1929, empleado en la biblioteca vaticana. Se acentuó la polémica como consecuencia de un discurso pronunciado en Milán por el secretario del partido fascista Giuriati, al que el Papa replica explícitamente en una carta dirigida al cardenal Schuster, arzobispo de Milan. Por aquellos días vela la luz la encíclica Quadragesimo anno, que tuvo que aumentar los recelos del fascismo ante una Iglesia que reivindicaba su competencia incluso en los problemas sociales.

A finales de mayo, tras una serie de vejaciones contra locales de los círculos católicos y contra sus socios, el gobierno determinó la disolución de las asociaciones de la juventud católica y de la federación de universitarios católicos (FUCI). El 4 de junio proclamaba el directorio del partido su respeto hacia la Iglesia, pero confirmaba sus acusaciones contra la Acción Católica. Pio XI, tras un ir y venir de notas, publicó e1 29 de junio la encíclica Non abbiamo bisogno, redactada por el mismo, en la que expresaba su gratitud a la jerarquía y al clero por la solidaridad demostrada en los meses anteriores, refutaba las acusaciones lanzadas desde la prensa y criticaba la concepción totalitaria del Estado, reafirmando los derechos naturales de la familia y los sobrenaturales de la Iglesia en materia de educación. No se trataba de una condenación directa y completa del fascismo, pero algunos de sus quicios doctrinales aparecían como incompatibles con la doctrina católica.

Ambas partes se mantuvieron por unos instantes observándose mutuamente como si no supiesen la actitud que procedía tomar: ¿lucha a fondo hasta llegar a una eventual denuncia del concordato, o negociaciones para llegar a un compromiso? Se impuso la prudencia; se evitó la condenación formal a la que la mayoría de los cardenales eran contrarios, pero con cuya posibilidad se le había amenazado explícitamente a Mussolini, y tras una serie de conversaciones entre el jefe del gobierno y el confidente del Papa, el jesuita P. Tacchi Venturi, se llegó en septiembre a un acuerdo que salvaba la existencia de los círculos de Acción Católica, aunque limitando su actividad al terreno estrictamente religioso y renunciando a una dirección centralizada de carácter nacional. Lo esencial quedaba asegurado y, superada la crisis, las relaciones entre la Iglesia y el gobierno fascista fueron distendidas hasta 1938.

Mas grave, en definitiva, aunque menos visible al exterior, fue el conflicto que estalló cuando el fascismo, influido por el nazismo, aceptó el antisemitismo. La publicación en abril de 1937 del libro de Paolo Grano, Gli Ebrei in Italia señaló la nueva orientación política, que se fue concretando desde entonces en crecientes ataques por parte de la prensa y de los órganos del partido. El 14 de julio de 1938 se publicó «El manifiesto de la raza», firmado por varios científicos, y el 6 de octubre el Gran Consejo del fascismo trazo las pautas de la legislación racial, resucitando muchas de las discriminaciones típicas del «Antiguo Régimen» hacia los judíos, desde la prohibición de ejercer casi todas las actividades profesionales y poseer industrias con más de cien empleados, hasta la de asistir a escuelas no reservadas a ellos y de casarse con italianos de raza aria. Esta última disposición exaltada por el ala radical del partido, es decir, por Farinacci, violaba directamente el concordato.

La política racista fue acogida en Italia con profunda amargura por la gran mayoría de los italianos que, por otra parte, después de las primeras objeciones presentadas por la prensa confesional, se encerraron generalmente en un digno silencio cuando no se unieron también ellos con mayor o menor fuerza o convicción al coro antisemita. Mientras que poquísimos pastores protestaban en nombre de la conciencia cristiana ofendida -entre los que lo hicieron estaba el cardenal Schuster, que hasta entonces se habia mostrado abierto benévolamente al régimen-, Pio XI intervino de la forma más decidida, como ya había intervenido contra el racismo alemán. Desde su discurso del 1 de julio de 1938 a los alumnos de Propaganda Fide al del 24 de diciembre a los cardenales, Pio XI multiplico sus protestas, provocó las habituales amenazas de Mussolini “de hacer el desierto si el Papa sigue hablando“, envió notas diplomáticas y se dirigió directamente el 4 y el 5 de noviembre a Mussolini y al Rey, con la esperanza, al menos, de evitar la violación parcial del concordato. Pio XI y su secretario de Estado demostraron la mayor intransigencia, rechazando una fórmula de compromiso propuesta por el nuncio, que hubiese reducido al mínimo los casos de matrimonio no reconocidos por el Estado.

Meses después dejaba este mundo Pío XI, sin acabar una encíclica en la que abiertamente condenaba el nazismo. No faltó quien insinuó la posibilidad de que el pontífice fallecido el 10 de febrero de 1939, aparentemente de cardiopatía, hubiese sido asesinado por su propio médico, Francesco Saverio Petacci, padre de la amante de Mussolini, Claretta Petacci, y amigo personal del Duce. La actitud del nuevo pontífice, Pío XII, fue una continuación de la política seguida por su predecesor, esto es, la de una neutralidad sin concesiones en la defensa de los derechos humanos y los derechos de la Iglesia, si bien la complicación de la situación europea le llevó a no acabar la encíclica que Pío XI había dejado incompleta.

Sus primeros esfuerzos como Papa se dirigieron a evitar que Italia se viese involucrada en un posible conflicto bélico y ya en su primera alocución el 3 de marzo de 1939, al día siguiente de ser elegido, habló contra el totalitarismo, hizo un llamamiento a la paz y condenó las acciones bélicas. Volvió a tratar el tema en su primera encíclica Summi Pontificatus, en la que indicó las condiciones para una convivencia pacífica entre los pueblos. Y en abril de 1940 envió una carta autógrafa a Mussolini para que “ahorrase una calamidad tan grande al país”, refiriéndose a la guerra que había comenzado meses antes. Pero Pío XII se dio cuenta en seguida que sus esperanzas eran más bien vanas y mantuvo durante el conflicto una posición de neutralidad entre las partes, si bien condenando valientemente los ataques a la dignidad humana, y muy especialmente la persecución de los judíos, como bien la reconocieron sus contemporáneos y una cierta leyenda negra ha querido ocultar años después, aunque sin éxito.

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